viernes, 27 de agosto de 2010

Hazte la muerta

La despertó un ruido como de trueno, como de fin.
Abrió los ojos y se encontró completamente perdida en la oscuridad. Miró a su alrededor sin llegar a ver, sin comprender cómo había llegado hasta ese lugar ni el por qué de aquella presión que le aplastaba el pecho.

Su visión se fue adaptando poco a poco a la oscuridad y le permitió reconocer una cara conocida junto a ella.
Con extraña serenidad le preguntó que era lo que hacían allí, y un solo puñado de palabras lanzadas al viento fueron suficientes para entender: volvemos a casa, ¿no recuerdas?.

Un avión... estaba en un avión rumbo a casa que parecía acercarse a su destino; estaba a punto de aterrizar y ella no llevaba el cinturón puesto. Recordó aquella idea de que el único propósito de los cinturones de seguridad en los aviones es el reconocimiento de los cadáveres tras una catástrofe aérea, y dado que no le importaba lo mas mínimo que sus restos fueran reconocibles o no, no se molestó en abrochárselo.

Ahora la claridad era suficiente como para distinguir el cielo del mar a través de la ventanilla de su derecha. Dejó de respirar cuando vio que el avión se precipitaba hacía el agua a gran velocidad, y que extrañamente la gente de su alrededor permanecía calmada y en silencio, como si esperaran con solemnidad aquel mismo momento desde hace demasiado tiempo.

Tal vez aquello fuera lo último que fuera a ver en la vida, y no quiso perderse un segundo de su propia muerte.
Como si se tratara de una película observó como el avión hacía un vano intento de iniciar la remontada, pero como finalmente chocaba contra el mar para partirse en pedazos. Sintió como su cuerpo era golpeado hasta dejar de sentir siendo obligada a cerrar los ojos, creía que para siempre.



La noche se convirtió en una calma absoluta.
La luna sonreía sobre el mar; a su alrededor miles de estrellas colocadas una a una permitían distinguir perfectamente Casiopea junto a su esposo Cefeo, o a Perseo junto a su enamorada Andrómeda.

Cientos de cuerpos flotaban inertes sobre el reflejo de aquel cielo de verano.
Otros tantos lo hacían sobre restos de lo que hacía tal vez un día, tal vez un mes fue un avión.
Todavía podía distinguirse un brillo de vida en los ojos de algunos de ellos cuando volvió en si.
No le dio tiempo a apreciar aquel cielo ni la calma del lugar, lo primero que observó fue el terror que desprendían sus miradas.
Un segundo después un fogonazo iluminó el cielo, el silencio se evaporó y prosiguió la pesadilla.

Militares armados avanzaban hacía ellos eliminando cualquier resto de vida que hubiera podido resistir aquel ataque del destino. Se repitió a sí misma lo que tantas veces les había gritado a los personajes de todas aquellas películas de acción que aborrecía: hazte la muerta, pasarán de largo, no te verán; hazte la muerte, hazte la muerta....

El ruido de los disparos la envolvía cada vez mas, sentía incluso la respiración de aquella gente armada cuando un movimiento involuntario de su mano la delató. "Esto no va a acabar así, no puede ser, no te han visto, tranquila, hazte la muerta, pasarán de largo" volvió a repetirse.

En el mismo momento en el que dejó de oír notó el aguijonazo del tiro sobre su estómago y abrió los ojos. Distinguió la cara de aquel que le estaba dando muerte, contempló como tras ese disparo vinieron tres más, y con el último dirigido a su frente, despertó.

miércoles, 25 de agosto de 2010

Lucía

Comenzó todo a las cinco de la tarde de un 25 de Agosto.

Dicen que el calor fue insoportable aquel día, pero la emoción y los nervios que llevaba adherido al cuerpo no permitía que se diera cuenta de ello.

Ella sabía que nada iba a ser lo mismo a partir de ese momento.
Su cuerpo se dividiría en dos; olvidaría la sensación de sentir en su interior el latido de un corazón que aun ajeno, le insuflaba vida al suyo propio; su universo comenzaría a girar en una nueva dirección, y su alma estaría por primera vez entrelazada inexorablemente a la de un nuevo ser.

Todos sabían que su corazón llevaba meses latiendo, y que también lo hacía su mente, pero no fue hasta el momento en el que cruzó el umbral entre la vida y la consciencia cuando pudieron decir en un susurro: bienvenida Lucía.



Yo no podré verla, no podré tocarla, ni oírla. No podré sonreír al mirarla, ni reprimir estúpidamente las lágrimas de mis ojos, solo puedo desearle lo mejor.

Le deseo que pueda disfrutar la vida, que sea capaz de vivir cada día como si fuera el último sin llegar a la autodestrucción, que aprenda a querer y a quererse, a caer y a levantarse, a ganar y a perder, y que aprenda a luchar y a ser valiente, pues nadie le prometió que el camino de la vida fuera sencillo, pero solo deseo que acabe comprendiendo que merece la pena llegar hasta el final.

lunes, 23 de agosto de 2010

El número treinta y tres

Salió por la puerta con el único objetivo de olvidar, de dejarlo todo atrás; así lo hizo y en su huida abandonó todo lo que había significado algo para ella durante los últimos años.

Paso calles y puentes embriagada por el silencio que otorga una multitud desconocida en una calurosa noche de verano, y lo hizo mirando al frente e intentando dejar su mente en blanco.

Hubiera sido capaz de alargar ese camino eternamente, hasta que se le agotara aquella sensación de soledad y fracaso que se había llevado soldada a la piel al cerrar la puerta, o hasta que las aceras comenzaran a desgastarse.

El tiempo pasaba, y la fuerza intensificada de aquel órgano que se esforzaba en bombearle vida le indicaba que estaba llegando a su destino, haciendo inútil todo intento de mantener despejada su cabeza.
Su mente comenzó a girar en círculos, aparecían imágenes que creía olvidadas; escuchaba ecos de frases, de palabras que ya no tenían sentido y que le hacían sentirse ridícula y avergonzada sin saber por qué.




Su destino tenía la imagen de un número treinta y tres apenas pegado sobre un cristal, y de un portón de hierro pintado de negro en el que ya podía leerse el paso de los años. Se paró frente a él, y en un gesto instintivo se llevó la mano al bolsillo en busca de las llaves que la abrieran, pero no las encontró. Había salido de casa de una manera tan precipitada que las había olvidado, y aunque no hubiera sido así no hubiera sabido dónde buscarlas, tan solo recordaba haberlas metido en un cajón cien años atrás.

Este gesto, en apariencia insignificante, la derrumbó por completo Pasaron días y noches, llegó el invierno mientras ella buscaba fuerzas para pulsar aquel botón, mientras buscaba las palabras adecuadas y deseaba profundamente y aun sin saberlo no tener que pronunciarlas nunca, ansiando que nadie contestara a su llamada y deshacer el camino andado sin que nadie llegara a saber nunca que había vuelto a casa.

viernes, 20 de agosto de 2010

Rosas de Kawasaki

El origami es el arte de origen japonés del plegado de papel para obtener figuras.

Desde pequeña soy aficcionada al origami, no soy una maestra, ni invierto el suficiente tiempo para ello ni aspiro a serlo, pero como no puedo estar quieta delante ni viendo una peli siempre estoy haciendo alguna cosilla.

Esta rosa que os enseño es la New Kawasaki Rose. Está compuesta por cuatro partes: la propia rosa y la hoja triple sacada del libro Origami Dream World - Flowers and Animals de Kawasaki, el cáliz y la hoja restante sacadas del libro Le panier fleuri de Albertino.

Estaba a punto de mandarla a paseo tras siete intentos fallidos, pero tantas horas de viaje en un coche han puesto mi paciencia a prueba y he conseguido hacerla.


Antes de hacer esta rosa ya había experimentado con la rosa original de Kawasaki, la cual es bastante mas sencilla de hacer, pero que a pesar de quedar bonita no acababa de convencerme como resultado.

Dejo aquí una foto de la Kawasaki original y sin la hoja del mismo autor, que por esa época tampoco había logrado hacer:



A pesar de que la segunda es bastante mas sencilla y visualmente aunque en las fotos no se aprecie, bastante menos realista. regalé alguna de estas rosas, mas a quien se la merecía que a quien me la pedía. 

Nada como hacer algo con materiales baratos para que la gente comience a pedir como si la hora y media invertida de tiempo en hacerla no valiera absolutamente nada. Lo peor es que llegaron a pedirme que les hiciera una incluso gente a la que no puedo ni llamar amigos. 


Si a alguien le interesa cómo hacerla o cualquier otra cosa que no dude en preguntarme, intentaré ayudarle en lo que pueda.

miércoles, 18 de agosto de 2010

He visto

¿Qué si he visto muchas cosas?

Sí, las he visto, pero es mucho mas lo que he sentido. Demasiadas tal vez para tan poco tiempo, pero responderé a lo que preguntas.

He visto pasar inadvertido completamente a un hombre arrodillado entre la multitud.
He visto las dificultades que presenta el hablar distintos idiomas si una de las dos personas no quiere poner nada de su parte.
He visto apagarse una estrella en la noche y llorar al cielo entre los rayos del sol.
He visto a una mujer llorando en silencio arrastrando a un niño de la mano.
He visto caer a un amigo, y he podido comprobar como el mismo suelo no era capaz de soportar el peso de sus hombros. He visto dolor en su ojos en su caída.
He visto lo retorcida que puede llegar a ser la mente humana, como muchas veces no importan las palabras que se pronuncien, porque tan solo se escucha lo que se quiere escuchar.
He visto pasar el tiempo lentamente y luego recuperar el ritmo yendo al doble de velocidad.
He visto como la paciencia y la perseverancia te regala triunfos personales de un valor incalculable.
He visto la satisfacción de recuperar la ilusión por la vida.
He visto llorar de rabia y he visto reir hasta casi no poder respirar.
He visto crear historia y he visto destruirla.

He visto la sonrisa que nace en las personas que te ven feliz.
He visto como la vida lloraba lágrimas de desesperación.
He visto como el empeño en enlatar momentos puede evitar que disfrutes con todos los sentidos.
He visto ansias de libertad encerradas en cárceles de piel y hueso.

He visto ilusión y decepción; he visto nacer y morir. He visto caer, he visto lo mas oscuro del alma humana.

Le Serment de Spartacus (El juramento de Espartaco) de Louis-Ernest Barrias

Parezco pesimista, lo sé, pero en realidad he almacenado tantos recuerdos buenos como malos durante una semana, un equilibrio desmedido.

sábado, 7 de agosto de 2010

Si muero antes de que anochezca

Si muero antes de que anochezca sé que mi recuerdo no perdurará mas allá de unos pocos meses.

No habré sino cerrado el ciclo de la vida que iniciamos al nacer; sé que la vida seguirá su curso, la tierra seguirá girando sin mi existencia, y la humanidad seguirá destrozando el planeta sin problema alguno.
Muere tanta gente a causa de las guerras, del hambre y de la propia maldad humana que quién soy yo para que se me llore como si se tratara de un ser especial. No es eso lo que quiero. Sería feliz de saber que mi muerte ha servido como fuente de vida para otro ser vivo, y que todos los que me han conocido no han llorado mi muerte, con el simple hecho de saber que recuerdan los buenos momentos a mi lado y que me llevan en su recuerdo.

He reido y llorado, amado y odiado, he deseado vivir eternamente y he deseado morir. Qué mas podría pedir.


Tengo la considerada por algunos, macabra costumbre, de antes de salir de un largo viaje en coche, escribir algunas palabras, siempre comenzando de la misma manera, y guardarlas conmigo. Esta vez ni para despedirme de mi misma me ha dado tiempo...

La semana que viene estaré de vacaciones en el país vecino.
A todos los que tengo pendientes de leeros, no me olvido de vosotros, lo haré a la vuelta, estos días atrás me ha sido casi imposible.

Un abrazo a todos.

martes, 3 de agosto de 2010

Ateo el que no bote

Anochecía.
De lejos no era más que una acompasada mancha azul y blanca.
Según me acercaba se iba transformando en un conjunto uniformado adosado a algunos rostros infantiles y de recién estrenada mayoría de edad, todos vestidos igual y con chapitas en sus perfectas camisas blancas.

Al pasar a mi lado se han puesto todos a brincar y a saltar bajo el grito de ¡Ateo el que no bote! ¡Ateo el que no bote! Cómo si en ello les fuera la vida, como si estuvieran en un concierto de su grupo favorito.

Según pasaban he podido ver la magnitud de la tragedia; serían unos doscientos… aterrada he tenido que dejar atrás todos mis principios y ponerme a saltar junto a ellos.



Espero no molestar a nadie con esta entrada, pero me ha dado mucho miedo el hecho de pensar en el futuro al que estaban encadenándose todas aquellas almas.